jueves, 14 de mayo de 2009

Otra vez China.

De vez en cuando tenemos ciertos temas recurrentes en el blog y la economía asiática es una de ellas, tanto la Japonesa por las similitud de su crisis de los 80 con nuestra situación actual como la China por su desbocado crecimiento. Hace 3 meses, Droblo escribió un interesante artículo titulado “China ante la crisis“, que comenzaba de esta manera.
El modelo económico chino (que algunos han denominado “mercantilismo salvaje”) consiste en acumular miles de millones de dólares producto de su impresionante superávit comercial, inundando el mundo con sus mercancías de bajo coste, y consolidar un Imperio mediante la acumulación de activos –principalmente bonos del Tesoro de Estados Unidos (aquí lo podéis ver gráficamente)
Ayer mismo, Geroge Soros, que del mercado de divisas sabe un rato, dijo que China reemplazará a EEUU como motor del crecimiento mundial y ya que han comenzado ataques sobre la divisa estadounidense, a la que pretenden sustituir como referencia.
A uno, tras ver esta estrategia de los chinos se le queda la impresión de que estamos en un país que ha avanzado rápidamente hacia un sistema capitalista más agresivo que el de Estados Unidos pero sientramos en detalle, nos encontramos con una realidad bien distinta.
El ex Secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, dijo en Septiembre de 2008 que “los líderes chinos están actualmente comprometidos para llevar a cabo reformas, al menos, en la medida en la que impliquen estabilidad económica y política para el país”. Claro, todo depende de lo que consideremos como “reformas” ya que si bien, cogieron carrerilla con ellas han tenido las mismas prisas en pararlas. Veamos cual es la realidad China, más allá de las ideas que tengamos preconcebidas (que pueden ir desde comunistas hasta liberales)
La liberalización de los precios, la principal reforma del mercado, se ha dejado en parte sin terminar. La privatización se paralizó en un principio para después se dar marcha atrás. Las iniciativas para aumentar la competitividad de las empresas también se están revirtiendo. El estado chino está invadiendo cada vez más el relativamente abierto sector externo, mediante restricciones en las nuevas inversiones y gravando con impuestos las exportaciones. El gobierno central ha dado marcha atrás al extraordinario progreso de la liberalización de precios que China implantó durante las dos primeras décadas de reforma. El precio del trabajo (los sueldos) sigue estando en gran parte libre de la interferencia gubernamental, pero no ocurre en absoluto lo mismo con el precio del dinero (tipos de interés), para el que el People’s Bank of China establece una franja de precios muy estrecha y obligatoria. La intervención gubernamental distorsiona constantemente los precios de los activos básicos, como la tierra, y con frecuencia mediante la simple prohibición o promoción de transacciones. El Consejo de Estado establece y reajusta los precios para todos los servicios clave: servicios básicos y asistencia sanitaria, educación y transporte. Aunque el tipo de cambio se ha relajado en los últimos tres años, el People’s Bank of China establece el valor diario al que el yuan debe negociarse frente al dólar. Y la fluctuación de la moneda es crudamente limitada: no se permite que el movimiento diario del yuan frente al dólar supere el 0,5 por ciento. En China, el mercado nunca ha determinado verdaderamente por sí mismo los precios de venta de muchos bienes de uso común, y la tendencia de los últimos años ha sido extender los controles sobre los precios de los bienes. El control absoluto del estado sobre la distribución del grano ha distorsionado el precio del grano que ofrecen los mayoristas. Una reciente tendencia inflacionista ha provocado asimismo restricciones en los precios de la venta al por menor de los alimentos.
Como véis, el régimen Chino es un tanto peculiar, muy liberal hacia fuera pero muy intervencionista para los suyos. De lo que no cabe duda es que además de tener una economía fuerte, lo saben. Por tanto, nos podríamos llegar a encontrar con que la moneda de referencia mundial perteneciese a un país que juega con distintas reglas. Cuanto menos preocupante ¿no?

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